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La vez que empecé a creer en el amor a primera vista Pocas veces he sentido que el mundo se apaga y que la vida deja de correr al rededor: la primera vez fue con mi padre, él iba conduciendo y detecté frente a nosotros a una camioneta que venía a toda velocidad. La vida se detuvo mientras veía esas luces dirigirse hacia nosotros. Los segundos parecían congelados y el tiempo no avanzaba; creo que si lo decidía hubiera podido detener a todo el universo en ese instante para siempre... Lo cierto es que así lo hice, al menos por varias eternidades hasta que el miedo a morir se fue y el tiempo volvió a avanzar. Por fortuna, mi padre pudo maniobrar y esquivar el choque. La segunda vez que me pasó algo similar fue cuando la conocí. Ella tenía ojos negros y profundos, usaba el cabello negro hasta la cintura y su carita reflejaba inocencia con infinita ternura. Se dirigía a mí, joya cautivante y de efecto mortal. Volvió a pasar, el tiempo se detuvo junto a mi respiración, esta vez por el doble de eternidades que la primera vez. Detallé todo en ella, hice odas mentales completas a su belleza e incluso me imaginé declarándole un día mi amor en París, y luego de tanto, me propuse entonces a conocerla y ver si era tan bella por dentro como lo era por fuera y, con ese deseo, se liberó el universo en un suspiro enamorado. Me pareció curiosa la similitud de ambos eventos. Analizándolo a profundidad, llegué a la conclusión de que el universo nos muestra así, en cámara lenta, los peligros donde uno se puede dejar la vida. Darwin Carballo Velásquez Te invito a suscribirte a mi canal de Youtube y escuchar una narración similar: https://youtu.be/OxkpArMOcxc

PLEGARIA POR LOS NIÑOS EN GAZA Gabriel Jiménez Eman El rostro de la niña muerta en la calle ciega El rostro de la niña ciega en la calle muerta El rostro de la calle muerta en los ojos de la niña viva La niña viva abre los ojos a la calle para ir a la escuela El niño abre sus ojos a la mañana Lava su cara Muerde su pan y bebe su leche para ir a la escuela Y luego sueña con tocar su violín Tiene una esperanza este niño Tiene una esperanza tatuada en los ojos Quiere ser feliz en la escuela quiere aprender a tocar violín Quiere conocer a una niña y enamorarse de ella La niña tiene otra esperanza Quiere sembrar flores en los prados Y tener una floristería en la calle Para vender flores a los enamorados En sus ojos se abren capullos de siemprevivas y geranios Ella también quiere enamorarse y fundar una familia Tener niños que vayan en paz a la escuela Las bombas caen a pocos kilómetros Destruyen la calle donde queda la escuela Destruyen los violines y las flores Entierran la esperanza en el Líbano en Siria en Gaza Los ojos de los niños explotan Arden con un combustible de sangre Los ojos de los niños grandes se llenan de odio Los ojos de los hombres De las madres y de las abuelas Que parieron todos estos pueblos Cambian ahora la dulzura por la amargura Cambian ahora sus sueños por llamas Que incineran la fe Incineraron a un Dios que ya no puede mas Dios avergonzado cae de rodillas A implorar perdón por la Humanidad Y se pone a rezar en las zanjas En los despeñaderos y en las calles bombardeadas Donde las almas de los niños van a visitarle Para llorar por todo este horror Por toda la miseria del mundo Ahora concentrada en la garganta Del Oriente Medio De libro "Solárium". Gabriel Jimenez Eman , Casa Nacional de las Letras Andres Bello, Caracas, 2015.

Cortázar y Alejandra Pizarnik: La poeta del suicidio Alejandra Pizarnik, la poeta argentina que conquistó a Julio Cortázar y a todos quienes hoy día le leemos. Su historia de vida, su desenlace final, rompe el corazón a cualquiera. Ella terminaría suicidándose. Habrá muchos que seguramente la habrán leído, quizá la mayoría por ver su nombre como firma en frases y poemas que con facilidad se hacen virales en las redes sociales, mostrando así su vigencia en el tiempo. Alejandra tenía ese don de cautivar con su palabra y enternecer hasta a los más duros de corazón. Déjenme contarles más sobre ella: Alejandra Pizarnik nace en el año de 1936 un 29 de abril en Argentina. Estudia filosofía y letras en la universidad de Buenos Aires. Desde muy joven demuestró gran habilidad y fascinación por la poesía. Su talento la llevó en 1960 a París para trabajar para la revista Cuadernos y otras editoriales. Es en Francia donde se encontraría, de pura casualidad, con Julio Cortázar, y ambos desarrollarían una conexión única, de esas conexiones inverosímiles e instantáneas que se tienen una o dos veces en la vida con personas realmente especiales. Cortázar ya era conocido en el mundo literario, Alejandra lo admiraba profundamente y Cortázar, al leer a Alejandra, se sintió fascinado por su talento literario. Pero no solo era eso, sino también su naturalidad, espontaneidad, belleza, inteligencia y manías, como siempre llevar un lápiz y un cuadernito todo rayado, entre otros detalles que hicieron que Cortázar se sintiera curioso por descubrirla completa. Rápidamente se hicieron muy buenos amigos, por lo que Cortázar la incluyó en los círculos intelectuales parisinos, andaba con ella por todo París, la llevaba, también, a su hogar, a su intimidad. Allí Cortázar la presentó a su esposa Aurora, también escritora. Sí, Cortázar tenía a su pareja, por lo que no se desarrolló nunca un romance, al menos no uno que llegase a algo. Alejandra, para el momento, sufría una gran depresión, se apoyó mucho en Aurora y Cortázar; ambos la apoyaron mucho a sobrellevar esos golpes emocionales de ansiedad que tenía. Alejandra ya había atentado contra su vida en varias ocasiones. Ella solía hablarlo y manifestarlo abiertamente, quizá un poco excusándose por su inestabilidad, y a su vez un poco pidiendo ayuda para que la salven de sí misma. A continuación, leeré una carta de Cortázar a Alejandra, misma que Cortázar escribiría en respuesta a otra carta de Alejandra, una en la que le contaba que fue recluida en un psiquiátrico en Buenos Aires por atentar nuevamente contra su propia vida: «Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza. Y todo eso está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra. Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo» Julio Cortázar.

Alejandra se suicidó un 25 de septiembre de 1972 a la edad de 36 años, justo a los pocos días de haber leído esta carta. Darwin Carballo Velásquez Te invito a conocer un poco más sobre Julio Cortázar en un video que he realizado en mi canal de Youtube, ve a verlo y apóyame suscribiéndote al canal: https://youtu.be/X-Gl9Ocma_M?si=ciE7sslhFWTE3mhn