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📸EL “TIERNO IDIOTA” Y EL CAÑÓN DE GUERRA: EL ASALTO BANCARIO MÁS INSÓLITO DE AMÉRICA DEL NORTE Una noche de octubre de 1965, el estruendo de un arma de guerra rompió la calma en un depósito de valores en Syracuse, Nueva York. No era cualquier arma. Era un Lahti L-39, un gigantesco fusil antitanque finlandés, diseñado para perforar blindajes durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué hacía esta bestia de acero disparando en el corazón de un robo bancario en EE. UU.? La respuesta es tan absurda como fascinante. Joel Zinger, un joven canadiense con ideas desmesuradas y una banda de colegas igual de excéntricos, concibió un golpe con aroma a guerra fría y locura. Adquirieron legalmente dos rifles antitanque de 50 kilos y 2,2 metros de largo, junto con 200 balas de calibre 20×138 mm, en Alexandria, Virginia. Días después, los rifles desaparecieron misteriosamente del almacén de correos en Plattsburgh. Nadie pareció alarmarse. ¿Quién robaría un arma que pesa más que una persona promedio? Seis meses después, uno de los rifles volvió a la escena —modificado con un silenciador casero hecho de barriles, colchones mojados y viruta de acero— en el ataque a un depósito de la empresa Brinks. Los ladrones construyeron una base fija, apuntaron a la pared de concreto armado de 30 cm de grosor... y abrieron fuego. Dispararon 31 veces hasta abrir un agujero del tamaño de un torso humano. Luego usaron sierras para completar el trabajo y se llevaron 430,000 dólares en efectivo. Nadie escuchó nada. La operación fue quirúrgica, audaz… y breve. La pista del arma llevó al FBI hasta Jack Frank, un mecánico de Long Island y tío del joven Joel Zinger. Bajo presión, Frank entregó 300 monedas del botín, reveló el lugar donde hundieron el rifle en el agua… y delató a su sobrino. Joel fue arrestado en Montreal y condenado en 1967 a 5–10 años de trabajos forzados por robo a gran escala. En el juicio, su abogado lo llamó con ironía: “un tierno idiota”, un joven fácilmente manipulable y no el cerebro detrás del plan. Pese a su condena, Zinger nunca delató a ningún otro cómplice. Y tampoco se encontró más dinero. Con el tiempo, se le diagnosticó un trastorno de estrés postraumático tras disturbios ocurridos en prisión. Fue liberado en 1972 bajo la condición de recibir tratamiento psiquiátrico. Pero en 1973, a los 31 años, Joel Zinger se quitó la vida. ✔️Únete a nosotros📱👇 Historias en Blanco y Negro

🎩⚡️ MARK TWAIN, TESLA Y LA MAGIA DE LA CIENCIA – 1895 En esta histórica fotografía tomada en el laboratorio de Nikola Tesla en Nueva York, vemos a Samuel Clemens (mejor conocido como Mark Twain) participando en uno de los experimentos más fascinantes de su amigo Tesla. Twain sostiene una bombilla incandescente que brilla sin cables, gracias a una corriente de alta frecuencia que atraviesa su cuerpo. A su lado, con una sonrisa apenas visible, está el propio Tesla, siempre dispuesto a deslumbrar… y a divertirse un poco también. Mark Twain no solo admiraba profundamente a Tesla, sino que solía visitarlo en su laboratorio. Estaba obsesionado con la ciencia, y Tesla lo consideraba uno de los pocos que realmente entendían el poder y la belleza de su trabajo. Twain incluso atribuyó a uno de los dispositivos de Tesla la cura de sus problemas digestivos. El experimento que vemos aquí demuestra la transmisión inalámbrica de energía, un concepto revolucionario para su época que Tesla soñaba con perfeccionar para llevar electricidad gratuita a todo el mundo. Aunque su visión no fue plenamente comprendida ni apoyada en vida, hoy es uno de los pilares de tecnologías modernas como la carga inalámbrica o el Wi-Fi. 🕯 Esta foto, tomada justo antes del devastador incendio que destruyó el laboratorio de Tesla en 1895, captura un momento único: dos mentes brillantes, unidas por la curiosidad, la amistad y la pasión por lo imposible. ✔️Únete a nosotros📱👇 Historias en Blanco y Negro

📸LA HISTORIA OLVIDADA DEL DÍA EN QUE UN DIRIGIBLE Y UN ROMPEHIELOS SE DIERON LA MANO EN EL FIN DEL MUNDO Porque no todas las entregas especiales llegan por tierra firme... Era 1931. El mundo aún no sabía de satélites, de vuelos comerciales al Ártico ni de entregas en 24 horas. Pero ese verano, en un rincón remoto del planeta —la gélida bahía Tikhaya, en el archipiélago Tierra de Francisco José— sucedió algo que hoy parecería un sueño, una escena de cine, o una locura de dos países con mucho que demostrar. Un enorme dirigible alemán, el Graf Zeppelin, planeaba suavemente sobre el hielo eterno. Abajo, un robusto rompehielos soviético, el Malygin, cortaba aguas imposibles, desafiando el silencio blanco. ¿La misión? Una que nadie esperaba: intercambiar correo. Sí, lo leíste bien. 💌 Miles de cartas, tarjetas postales y sobres especiales viajaron hasta uno de los lugares más inhóspitos del planeta... solo para ser entregados en mano. Y no era un gesto romántico. Era propaganda, sí —pero también era pasión, ambición y un deseo muy humano de conquistar lo imposible. Porque enviar una carta desde la Unión Soviética a través de un dirigible alemán en pleno Ártico era, en aquel entonces, tan asombroso como enviar un WhatsApp desde Marte. Detrás del operativo estaba Iván Papanin, un hombre obsesionado con hacer bien las cosas. Subió a bordo del Malygin con ocho sacos y 15.000 piezas de correspondencia, encargándose de que cada una llegara como debía. Cuando se cruzaron con el Zeppelin, Papanin bajó a una pequeña lancha junto con un equipo de cámaras y... su preocupación de siempre: “los alemanes tiraron el correo sin orden ni recibo”. Porque incluso en un momento tan histórico, Papanin quería que todo estuviera en regla. Así era él. Del otro lado, volando entre las nubes, estaba Ernst Krenkel, el operador de radio soviético que aceptaron a bordo del dirigible por petición expresa de Moscú. Él y Papanin se conocerían allí, en ese momento surrealista entre el hielo y el cielo. Años más tarde, compartirían otra hazaña aún más épica: la deriva sobre el hielo en la estación Polo Norte-1. Pero esa... es otra historia. ¿El resultado de esta entrega tan peculiar? Una colección única de sellos, tarjetas y sobres que hoy cotizan entre 8.000 y 17.000 euros. Pero más allá de su valor, queda una enseñanza que no tiene precio: Antes de los drones, las redes y los correos electrónicos... existía la voluntad. El deseo de conectar, de llegar lejos, de dejar huella. Y ese día, sobre las aguas congeladas del norte, dos naciones se dieron la mano sin firmar un tratado, sin hablar el mismo idioma... Solo intercambiando cartas. ✔️Únete a nosotros📱👇 Historias en Blanco y Negro